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19 jun 2011

Padre

Padre, que tienes…
párpados caídos y ojos extenuados,
el ceño fruncido bajo escasos cabellos canos,
los molares débiles, por el tiempo quebrados.
La voz temblorosa y trémulos los labios,
pálido el rostro surcado por los años,
la constante molestia de oídos apagados,
la frágil osamenta de un cuerpo agotado.
Piel de tortuga en tus agrietadas manos,
las piernas cansadas y los pies llagados…

Resucitaré tus ojos con una dulce mirada,
alisaré tu frente con una carcajada.
A quien me aceche atraparás con tu mordida afilada
y afirmarás tu voz cuando deba ser bien aconsejada.
Aquietarás tus labios con un beso en mi mejilla rosada,
esperando que acaricie tu rostro surcado por la añada,
y que repita, hasta que escuches, varias veces una palabra.

Endereza para mí tus huesos, pues así me habrás parado.
Si me rindo al luchar, muéstrame tus ajadas manos.
Y haz que nunca olvide que tus pies se han lastimado
por sostenerme en la carrera, caminando a mi lado.

Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com