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18 dic 2011

Padrenuestro

Padre nuestro que estás en todas partes,
en estos días próximos a la Navidad te pido
que extiendas tu mano sobre el mundo habitado por discordias y rencores,
y despliegues sobre él el manto sagrado de tu Hijo.
Que pueda yo seguirte a todo trance,
dejando mi grano de arena solidario entre quienes me rodean,
sembrando una semilla de paz en el corazón de los afligidos.
Que tu nombre sea honrado por mí
de la misma manera en que Vos enaltecés mi persona con tu amor
en cada simple y agradable momento de mi vida,
en cada pequeño objeto o ser viviente de tu Creación.
Que en mi alma pueda sentir tu gracia,
no sólo esperando alguna vez entrar al Cielo que me prometés,
sino construyendo tu gobierno en cada instante de vida que me regalás,
conmigo misma, con mis seres queridos, con el prójimo necesitado.
Vos sabés lo que me conviene y, aunque a veces sea muy demandante,
me entrego a Vos para que hagas lo que tu voluntad disponga.
Dame el pan que me haga falta;
sólo para hoy, pues podría volverme codiciosa y avara.
Maná que me alimente en cuerpo, y sobre todo en alma.
Mas dame también la generosidad y sabiduría para no guardarlo sólo para mí,
sino para compartirlo con los demás en diaria eucaristía.
Perdoname por todas las veces en que, ofendiendo a alguien, te ofendí a Vos.
Abrí el corazón de aquellos a quienes hice algún daño, para que puedan perdonarme.
Y abrí el mío para que nunca deje de perdonar.
Enviame una señal de alerta cada vez que abuse de mi libertad;
cuando me sienta tentada a obrar mal, a perder la fe, la esperanza, el amor;
cuando esté a punto de confundir lo profundo con lo superficial de esta vida;
cuando, con la excusa de no poder cambiar las cosas,
me cruce de brazos y corra el riesgo de transformarme
en un ser indiferente a la injusticia, a la guerra, a la pobreza,
al hambre, al terrorismo de cualquier índole,
a las dictaduras y las tiranías, al analfabetismo,
a los negocios de empresas y gobiernos inescrupulosos,
y a la falta de sentido común.
Te pido que me libres de ser indiferente,
porque así estarás librándome del dolor que contaminará mi alma
cuando lo único que pueda hacer sea arrepentirme de lo que no hice.
Amén.
                                                         
Por: Zulema Aimar Caballero