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16 feb 2013

Rima 67

Mirarte es, sin duda, un placer divino;
los ángeles más puros me lo han concedido.
Placebo al que acudo, alimento asombroso;
elixir de los dioses que embriaga mis ojos,
cuando se extravían en el laberinto misterioso
de tan admirable corazón frondoso,
en los rincones de tu esencia impecable,
en las turbulencias de tu figura adorable.
Sos luz, voz, estallido, estampida,
y de esa encrucijada, dichosamente perdida,
no quiero ser rescatada ni encontrar la salida;
deseo que me atrapes y protejas mi vida.
A veces sospecho que sos de otros mundos,
navegante casual de mis mares profundos.
Anclaste en mi pecho tus labios ardientes,
sembrando pasión y aficiones fervientes.
No zarpes ahora, no te alejes de mi lado,
no esta noche que tanto te he amado.

Contemplarte es, sin duda, un placer divino;
las musas del aire me lo han concedido.
Hacia mí te trajeron en cometas envuelto
una tarde de mayo de río revuelto.
Ahora susurran que grite tu nombre
tu nombre de niño, tu nombre de hombre.
Y mi garganta sangra ante demente pedido,
pues gritar tu nombre parece prohibido.
Temo que un numen se enfade conmigo
y quiera ocultarte en un hueco de olvido.
Por eso mañana, cuando el sol asome,
los duendes descansen y el cielo se dore,
y sin importar sucumbir vanidosa
al ver que la brisa se torna celosa,
que las aves conjuran, tal vez, envidiosas
y conspiran fulgurantes las mariposas,
saldré, felizmente, a contarle al viento
el amor que te guardo, el amor que yo siento.

Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com

2 feb 2013

Cielo

Más cerca de Dios,
más lejos de los hombres
y más cerca de Dios.
Con la mente por fin clara,
con el alma por fin limpia,
con el cuerpo por fin sano, y al fin cenizas.
Entrando a una atmósfera desconocida,
poseyendo los astros del cielo infinito,
sintiéndome, entre ángeles, bienvenida.
La espera se esfuma en la espera,
el abismo se pierde en el abismo,
todo es sustancia y nada es materia.
Pierdo mi humanidad,
temores, defectos, pecados,
dolores, fracasos, soledad.
Se congela por completo
la risa que enmascara el sufrimiento
y se acaba la tortura, el martirio, el tormento.
Más cerca de Dios,
más lejos de la Tierra
y más cerca de Dios.
Se han dormido los duendes de mis cuentos de hadas,
la figura azul del príncipe,
¡amor de mis amores! Amor sin esperanza.
Se silencia el mar y la luna se apaga,
se han dormido mis ojos y mis palabras…
en el umbral del Cielo es Dios el que habla.

Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com