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24 feb 2015

Migraciones: nada nuevo bajo el sol


El Gobierno del Perú está haciendo “admirables” esfuerzos en favor del bien común. Entre ellos, la Superintendencia de Migraciones publica con gran alegría la noticia de “la desconcentración de los procedimientos migratorios, en el marco de la Ley de Modernización del Estado”.

Sin embargo, parece que hasta hoy los trámites documentarios en esta dependencia continúan siendo caóticos. Entrar en la sede de la avenida España es como ingresar a un laberinto del terror. Unas cuantas máquinas expendedoras de tickets son operadas por operarios nada operativos. El personal apostado en diferentes sectores de la oficina no sabe o no tiene permitido informar absolutamente nada. Sólo está para decir que hay que sacar el ticket para informes. Aquellos que por fin son informados, deben dirigirse a otra máquina, para retirar otro ticket, en medio del amontonamiento de personas que espera hacer lo mismo, más una cantidad de otras personas que regresan al mismo lugar, quejándose porque han sido mal informadas.

El sector de Informes, donde para llegar hubo que hacer fila, sacar número y esperar el turno, con suerte, informa la mitad de las cosas, ya que cuando uno por fin accede al lugar de destino de su trámite, le faltan formularios, o fotocopias o cualquier otro papel que nadie le dijo que debía presentar.

Señores: modernizar el Estado no es solamente instalar máquinas expendedoras de tickets. Modernizar el Estado es implementar cambios con conciencia, para lo cual lo primero es adiestrar al personal para que cumpla su función con eficacia, respeto y buenos modales —una sonrisa amable seguramente es pedir mucho—.

Algo curioso es lo que ocurre con el pago de la tasa de extranjería. Resulta que para “desconcentrar” se ha eliminado la colocación del holograma en el carné, que hasta hace poco indicaba que el extranjero no presentaba deuda. En cambio, ahora existe una constancia de pago que se gestiona vía internet. ¿Cómo se hace? Como nada es perfecto, la modernización no contempla hacerlo directamente, sino que la primera vez hay que ir en persona a solicitar un número de usuario y contraseña. Esto es un defecto superable con buena voluntad.

Pero aquí viene otra curiosidad: a los menores de edad no se les genera ese número de usuario y contraseña. Me parece bien… son menores de edad. ¡Pero tampoco se les da a sus padres, para que puedan hacer el trámite “modernizado” por ellos!

Resumiendo: la tramitación de la constancia del pago de la tasa de extranjería para los menores de edad deben realizarla sus padres, asistiendo a la sede central de Lima (ya que es la única oficina habilitada para este trámite); los mismos padres que, seguramente, optarán por descartar obtener su propia constancia vía internet, ya que, de todas maneras, tendrán que padecer en la sede de la avenida España.

¿Alguien podría explicarme, entonces, de qué desconcentración están hablando?

Muchos sentirán el impulso de aconsejarme que si esto no me gusta, regrese a mi país o vaya a cualquier otro. Pero esa no sería la solución para nadie. Yo me iría y eso no cambiaría las falencias de base que existen en las leyes, los organismos del Estado, sus estatutos particulares y la impericia de quienes los ponen en práctica. Yo me iría y eso no cambiaría que, desde las ocho de la mañana, lo único que se ve en Migraciones es gente discutiendo con gente, personas de mal humor porque no pueden llevar a cabo un trámite, empleados de mal humor que comienzan el día trabajando a desgano y una pretensión de modernización que, entre todas sus fallas, presenta una fundamental: sigue pasando por alto implementar cambios con sentido común. Sigue olvidando que los trámites documentarios personales se llaman así porque tienen que ver con personas. Sigue fomentando sentimientos de ira en empleados y usuarios. En definitiva, sigue pasando por alto el bien común.
 
Por Zulema Aimar Caballero
 

14 feb 2015

¡Oh, San Valentín, ruega por nosotros!


Cada 14 de febrero, muchos celebran el Día de los Enamorados, o del Amor y de la Amistad; pero no todos conocen el origen del festejo. Este día se conmemora la muerte del sacerdote Valentín de Terni —San Valentín—. La historia cuenta que en el siglo III este sacerdote servía en Roma, donde gobernaba Claudio II, emperador que prohibió el casamiento de los jóvenes, por considerar que los muchachos solteros, sin compromisos familiares, eran mejores soldados.

Observando lo injusto de esa medida, Valentín desafió al emperador, uniendo en matrimonio a los jóvenes enamorados. Lamentablemente, esto hizo que el buen sacerdote fuera apresado y ejecutado el 14 de febrero del año 270.

El relato tiene un complemento: la joven Julia —hija del carcelero— estaba ciega, y Valentín fue el instrumento de Dios para obrar el milagro de devolverle la vista. Luego del martirio del santo, Julia expresó su agradecimiento plantando un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que esta planta se haya convertido en símbolo de amor y amistad.

Ahora bien, el 14 de febrero solamente se acuerdan del santo quienes escuchan su nombre en la Misa. Muchos eligen esta fecha para su boda o para renovar sus promesas matrimoniales; otros se obsequian flores, golosinas, postales con corazones… ¡Está bien! Es lindo, entre tanta discordia que existe en el mundo, hacer un alto el fuego y tratarse en casa, en el barrio, en el lugar de trabajo con un poco más de cariño. Pero de ahí a la estupidez de la superstición y los conjuros de feria…

Es insólita y alarmante la necedad de algunas personas. Y más aún cuando presumen de versadas utilizando espacios en medios de comunicación, embruteciendo a la audiencia. Los falsos gurúes y consejeros del amor lanzan sus recetas. Prestemos atención a una de ellas, dirigida a las mujeres: «Recortar dos corazones de tela color rosa; coserlos, formando una bolsita; colocar dentro de ella tres cucharaditas de hojas de té bien molidas, tres cucharaditas de ruda (no aclara si debe ser ruda macho o hembra), y tres cucharaditas de clavo de olor; agregar la foto del hombre deseado; cerrar la bolsita con tres nudos y guardarla en el sostén —prenda de vestir interior—».
 
¿Con eso se atrae a la persona “amada”? ¡Por favor! Se me ocurre que, entre todas las pociones mágicas posibles, esta debe ser una de las que más probabilidad de rechazo podría tener. Imagino la atracción que puede producir conversar con alguien que huela a ruda o a anestesia de odontólogo.

Por otro lado, ¡qué concepto tan bajo de la mujer! ¡Y del hombre! Por mi parte, si un hombre se siente más atraído por un gualicho que por mi inteligencia, mi afecto o cualquier otro talento personal, mejor que ni siquiera me mire.

Y bueno, seguramente habrá quien haga esta y otras pruebas, y los falsos gurúes logren su cometido: abultar sus bolsillos burlándose de los tontos. Mientras tanto, desde cualquier rincón del Cielo donde estés, San Valentín, ¡ruega por nosotros!  
 
Por Zulema Aimar Caballero