Bienvenidos

Todos los textos publicados en este blog son propiedad de Zulema Aimar Caballero. Prohibida su distribución y/o publicación sin la autorización correspondiente.

17 dic 2018

Cuando el trabajo no dignifica


El trabajo dignifica. A través del trabajo remunerado recibimos una paga por haber servido adecuadamente a la persona o a la empresa que nos ha contratado. Por medio del trabajo voluntario recibimos la gratificación personal por haber servido, por haber dado nuestro tiempo y esfuerzo sin esperar una compensación a cambio. Pero cuando el trabajo es esclavo no dignifica a nadie.

Y, lamentablemente, existen innumerables casos de personas y empresas que contratan a gente a la que no le pagan, demoran semanas en sus pagos o dan unos billetes con cuentagotas, haciendo sentir al trabajador que está recibiendo una limosna.

Como todos, el obrero tiene necesidades que satisfacer y obligaciones que cumplir para él y para su familia: alimento, vestimenta, pasajes en medios de transporte, alquiler de vivienda. Un atraso en el pago de su alquiler le hace incurrir en mora y poner en riesgo el techo para su familia. Por no calificar para un préstamo en una institución bancaria, muchas veces recurre a usureros y, con esto, se hunde cada vez más en un pozo del que se le hace imposible emerger.

Hoy, a pocos días de la Navidad, fecha en la que en ningún hogar debería faltar un plato de comida y la paz para recibir al Niño Dios con un corazón esperanzado, hay empresas que les deben a sus trabajadores varias semanas de jornales. Tengo conocimiento cercano de empresas dedicadas a la construcción que están obrando de esta manera. Mantienen a los obreros engañados, con la promesa de que cobrarán un día y, cuando llega el día, les ponen excusas que nada tienen que ver con el trabajador: que han tenido algunos problemas con el banco, que la municipalidad que contrató el servicio demora en pagarles, y así, una lista de ridículas razones ajenas al trabajador. Son mentirosos, son abusadores, son malas empresas con administradores indeseables. Habría que hacerles el monumento a los caraduras. El día que se les ocurre, dan algo de dinero a los trabajadores y tienen el tupé de decirles que es un adelanto. ¿Adelanto??? Les deben tres semanas de trabajo y dicen que les “adelantan” algo. Y los obreros callan, porque levantar la voz es sinónimo de ser despedidos y perder la esperanza de que, en algún momento, se les pague lo que les deben.

En el Perú se construye. Mentira. Nada puede llamarse construcción si en el proceso se destruye a las personas. En el Perú se edifica. Es mentira cuando hay faraones que usan fuerza laboral en condiciones similares a la esclavitud. Edificar no es jactarse de poner ladrillo sobre ladrillo a cualquier costo, porque ese costo es la dignidad humana. El Perú avanza. Mentira. Avanzan unos pocos, los que pueden darse el lujo de abrirse camino pisoteando a quienes son más vulnerables. Esto no es un país que avanza. Al contrario; es un país en evidente retroceso a fases de sumisión. No es evolución; es una evidente involución.

Uno de los casos cercanos tiene que ver con una empresa que está remodelando parques en el distrito de San Isidro. Me pregunto: si la empresa ganó una licitación, ¿quién se ocupó de verificar que se trataba de una empresa solvente, capaz de cumplir con su obligación de pagar los salarios justos y a tiempo a los obreros? Si el que tiene “problemas” es el Gobierno municipal, ¿quién se ocupa de controlar sus fondos y la debida administración de estos? ¿Por qué los obreros temen levantar su voz? ¿Para qué existe el sindicato? ¿Solamente para que unos pocos se sigan llenando los bolsillos, yendo de obra en obra, como zánganos recolectando regalías, viviendo a costa de los trabajadores? ¿Y el Ministerio de Trabajo? ¿Existe realmente o es un holograma?

Cuántas cosas habría que remediar antes de divulgar auspiciosos eslóganes institucionales. Habrá excepciones, pero en gran cantidad de casos construir, crecer, avanzar, progresar… a pocos días de celebrar la Navidad es, para muchísimos trabajadores solamente una gran hipocresía.
Por Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com