Cuando el color de tus mejores momentos se torne gris,
cuando guardes en tus labios el sabor amargo de lo que no pudo ser,
y mires hacia atrás recordando con nostalgia cada instante de tu existencia…
Cuando sientas que la pena destruye tus últimas esperanzas
y no puedas juntar fuerzas para detener el tiempo
en ese último segundo de inmensa felicidad…
Cuando ya no puedas encender luces, ni sonrisas, ni pasiones
y quieras que alguien te explique, y no haya explicaciones,
cuando la mano amiga traicione tu confianza…
Cuando te quedes inmóvil y no reconozcas tu sombra,
y desesperes, sin saber qué hacer, a quién acudir, por dónde buscar
y no puedas distinguir el principio del final…
Cuando ya no reconozcas la mirada fiel en aquellos ojos
y sientas que la vida se escurre como agua entre tus dedos
y no sea posible retener las gotas que escapan sin excusarse…
Cuando tus manos tiemblen y tus pies cansados ya no sostengan tu cuerpo
y sea menester redoblar el aliento para dar cada paso,
y el pecho se agite, pero el corazón lata más lentamente…
Cuando te mires al espejo y veas los surcos del tiempo
y sea tarde para cambiarlo todo y empezar de nuevo;
cuando sea imposible deshacerte de ese reflejo que te muestra la realidad…
Cuando creas haber conocido todo y nada te sorprenda
y dejes de sentir el perfume que tanto te agrada
y no te conmuevan las aves, las mariposas ni las puestas de sol…
Cuando abras los ojos y a tu alrededor nadie esté esperándote,
nadie contemplándote, nadie acompañándote,
nadie alentándote… nadie, nadie, nadie…
Cuando amanezca sólo para el olvido
y no haya savia que te nutra ni tutor que te enderece,
cuando nada te inspire y todo te agobie…
Cuando una dulce espera se convierta en agonía,
y nadie te llame y nadie te responda
y el silencio se clave en tus oídos como espina…
Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Con mis malas costumbres, mis celos, mis errores;
tomándote la mano, acariciando tu alma herida.
Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Recordándote que vives porque aún respiras,
devolviéndote la fe y las ilusiones perdidas.
Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Mostrándote la luz de un nuevo día,
aliviando tus pesares, proponiéndote otra partida.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com