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19 ene 2011

Niña

A María Mercedes
Sentada a mi lado calla mientras todo lo observa;
nada a su atención escapa; siempre la mirada alerta.

De reojo la examino; tiene un perfil perfecto
y bajo su piel de armiño parece que guarda un secreto.

Renegridas aceitunas tras largas persianas asoman
y cuando mira la luna resplandecen, se alborotan.

De pronto algo le provoca el brote de una carcajada...
lleva su mano a la boca, tapándola, avergonzada.

Y su risa es tan bella; colma de alegría el aire;
yo me río con ella y no hay poder que nos pare.

Retoma la compostura, envuelta en su atuendo violeta.
¡Por Dios, cuánta hermosura! ¡Reluce como un cometa!

Es tan linda y delicada, y en ella el amor anida.
¿En verdad la trajo un hada cuando yo estaba dormida?

Conversa, pregunta, habla… Es tan curiosa e inquieta…
Su dulzura derrama; su inteligencia despierta.

Le escucho y le respondo; estamos las dos tan cerca
aunque sé, muy en el fondo, que a cada minuto se aleja.

Porque es la ley de la vida que me otorgó esta gracia…
Le daremos la bienvenida al amor y la distancia.

Cuando mi niña confiada, pícara por antonomasia,
con sus alas desplegadas despida al fin su infancia.

Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com

13 ene 2011

Levantando muros

    Se halla aquí, en esta húmeda ciudad, refugiándose detrás de los muros que ella misma construye a diario a fin de no ser alcanzada por el virus de la hipocresía y el desamor.
    Falsedad que brota a su alrededor, en un sitio que parece crecer constantemente como metrópoli, pero sin abandonar esas costumbres y actitudes pueblerinas, bañadas en dimes y diretes, en chismes que corren como reguero de pólvora y sólo sirven para herir a unos y a otros.
    Deslumbrada por esta ciudad de historias y misterios, va de aquí para allá acostumbrándose a esquivar con arte, aunque no siempre con suerte, los lustrosos zapatos que esperan el momento justo para posarse sobre ella y dar el pisotón.
    A veces siente el impulso de dar un fuerte abrazo, un gesto en el que su cuerpo grita: ¡estoy para ti y quisiera que estuvieras para mí! Pero, cuando lo hace, se queda colgada de un cuello tieso, sin más respuesta que la indiferencia del otro.
    Entonces vuelve sobre sus pasos y reflexiona que evitará cualquier manifestación de afecto hacia los demás, y considera que lo mejor que puede hacer es seguir levantando muros. Que una burbuja no es efectiva, porque es frágil y si se rompe queda a merced de los predadores. Pero un muro es más seguro, y cuanto más alto y húmedo sea, mayor será la repulsión para acercarse a derribarlo.
    Sí. Un muro de piedra que la proteja de una sociedad basada en los celos y la envidia, para la cual amar significa estar en el lugar y con el vestido adecuados para chismear de otros. Una sociedad que jamás será para ella su grupo de pertenencia.
    Y detrás de esa pared intenta mirarse a sí misma y sólo encuentra un animal diminuto e insignificante: como por una magia kafkiana se ha transformado en bicho bolita. Puro caparazón que le ayuda a defenderse de posibles ataques, con una flexibilidad que le permite simplemente enrollarse en sí misma, ocultándose en la oscuridad, debajo de húmedas piedras, con el único fin de no ser vista.

Por: Zulema Aimar Caballero