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30 ago 2010

Al costado del camino

El próximo invierno, cuando vayas a Huamachuco,
tal vez me encuentres sola, al costado del camino,
en la Plaza de Armas, apoyada en algún muro,
o sentada sobre una piedra, esperando al destino.


Estarás tan ocupado con la feria taurina
–que no falten los toros, los toreros ni el vino–
que no percibirás, frente a la vieja capilla,
ni mi pálido semblante ni mi negro vestido.


Por cuestión de principios no llegaré hasta el ruedo;
me quedaré contemplando el celoso Sazón,
cuya falda regala para el terrible duelo
del toro bravío y del perspicaz matador.


O tal vez camine hacia la laguna de Sausacocha,
confundiéndome entre el verdor de sus añejos sauces;
pues me atraen más gallaretas, patos y una totora
que la sangre de los toros y el humo de los altares.


Y, si me invita el sonido de la quena y la caja,
quizás me prenda al baile de la fiestas patronales;
me deslumbran más los colores de una contradanza
que un traje de luces con lentejuelas y alamares.


Estaremos separados por nuestros gustos dispares
sólo hasta que se apague la llama ardiente del gentío,
pues en la noche serena, si quieres que te acompañe,
me encontrarás esperándote al costado del camino.


Me contarás tus experiencias y disfrutaré a pleno,
compartiendo patasca, shambar y cuy bien cocido.
Beberé con gusto las copas de vino chileno
sin decirte que prefiero mi malbec argentino.


Y cuando amanezca y el sol ilumine los cerros
y sepamos que toda la magia se ha ido,
te levantarás corriendo detrás de tus sueños
y quedaré triste al costado del camino.


Te dejaré partir y en el Agua de los Pajaritos
con esperanza tomaré de la idílica fuente,
deseando fervientemente que se cumpla el mito:
“forastero que aquí bebe se queda para siempre”.


Si es cierto y quedo amarrada a estas tierras,
y si anhelas seguir contando conmigo,
los inviernos serán dulces primaveras,
pues estaré esperándote al costado del camino.

zulebm@hotmail.com

20 ago 2010

Mami, tengo miedo

Mami, tengo miedo.
Llaman a la puerta y siento miedo.


Oigo voces… mi mente invaden,
no se alejan… me están llamando.
Fui obediente y cerré con llave,
pero alguien sigue golpeando.


Mami, tengo miedo.
Vi por la mirilla y siento miedo.


No es el hombre de la bolsa,
no es un pordiosero.
Es una mujer la que toca:
alta, fea y con atuendo negro.


Sus ojos irradian ira
y sus labios risotadas.
Golpea con tanta porfía…
Mami, estoy asustada.


Las voces parecen callarse,
pero ella comenzó a gritar.
Dice que se hace tarde
y si no abro entrará igual.


Mami, no es una pesadilla,
estoy despierta y es verdad.
Quiere que me despida,
dice que el tren se va.


Soy sólo escarcha y tiemblo,
y es tanta la soledad.
Mami, tengo miedo.
Mami, ¿dónde estás?

Por: Zulema Aimar Caballero