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17 nov 2010

Cuando todos se hayan ido

Cuando el color de tus mejores momentos se torne gris,
cuando guardes en tus labios el sabor amargo de lo que no pudo ser,
y mires hacia atrás recordando con nostalgia cada instante de tu existencia…


Cuando sientas que la pena destruye tus últimas esperanzas
y no puedas juntar fuerzas para detener el tiempo
en ese último segundo de inmensa felicidad…


Cuando ya no puedas encender luces, ni sonrisas, ni pasiones
y quieras que alguien te explique, y no haya explicaciones,
cuando la mano amiga traicione tu confianza…


Cuando te quedes inmóvil y no reconozcas tu sombra,
y desesperes, sin saber qué hacer, a quién acudir, por dónde buscar
y no puedas distinguir el principio del final…


Cuando ya no reconozcas la mirada fiel en aquellos ojos
y sientas que la vida se escurre como agua entre tus dedos
y no sea posible retener las gotas que escapan sin excusarse…


Cuando tus manos tiemblen y tus pies cansados ya no sostengan tu cuerpo
y sea menester redoblar el aliento para dar cada paso,
y el pecho se agite, pero el corazón lata más lentamente…


Cuando te mires al espejo y veas los surcos del tiempo
y sea tarde para cambiarlo todo y empezar de nuevo;
cuando sea imposible deshacerte de ese reflejo que te muestra la realidad…


Cuando creas haber conocido todo y nada te sorprenda
y dejes de sentir el perfume que tanto te agrada
y no te conmuevan las aves, las mariposas ni las puestas de sol…


Cuando abras los ojos y a tu alrededor nadie esté esperándote,
nadie contemplándote, nadie acompañándote,
nadie alentándote… nadie, nadie, nadie…


Cuando amanezca sólo para el olvido
y no haya savia que te nutra ni tutor que te enderece,
cuando nada te inspire y todo te agobie…


Cuando una dulce espera se convierta en agonía,
y nadie te llame y nadie te responda
y el silencio se clave en tus oídos como espina…


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Con mis malas costumbres, mis celos, mis errores;
tomándote la mano, acariciando tu alma herida.


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Recordándote que vives porque aún respiras,
devolviéndote la fe y las ilusiones perdidas.


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Mostrándote la luz de un nuevo día,
aliviando tus pesares, proponiéndote otra partida.

Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com