Dan todo a cambio de nada. De manera constante se brindan enteras, se juegan por aquellos a quienes aman, aun a riesgo de ser criticadas, juzgadas y condenadas con habladurías sin sentido.
Ponen de manifiesto sus sentimientos con total sinceridad y luego quedan solas, esperando una palabra, un gesto, una carta, el eco de una voz que nunca llega.
Con sus manos realizan las tareas más diversas, para ellas o para quien lo necesite, sin pensar en el maltrato que pueden sufrir sus uñas. Porque aunque las uñas no vuelvan a crecer fuertes, la satisfacción de haber sido solidarias permanecerá siempre.
Con las mismas manos conceden las caricias más dulces y desean que perdure en sus palmas el perfume de quien han acariciado.
Son capaces de cargar sobre sus hombros el peso de cualquier cosa, pese a que físicamente se sientan frágiles.
Aquellas que, además, llevan en sus espaldas la carga de frustraciones y sueños no cumplidos, pero nunca dejan de soñar.
Dan a luz sin haber concebido, y amamantan con ternura a sus hijos, porque aunque la leche no brote de sus entrañas, saben que los alimentará la miel de sus pechos.
Sonríen para regalar alegría y luego se ocultan a llorar, heridas por la impiedad de los demás.
Hacen frente a quien sea, defendiendo lo que creen justo; dan la cara por los ausentes cuando la chusma arremete con calumnias hacia ellos, aun sabiendo que más tarde serán blanco de murmuraciones ponzoñosas.
Hablan con franqueza aunque eso les depare soledad, pues saben que, a la larga, perdurarán las relaciones basadas en espíritus francos y no en hipócritas.
Cultivan y cuidan a las personas valiosas que llegan a su vida, y son conscientes de que velar por ellas no es sólo preocuparse por su bienestar, sino ocuparse de ellas.
Reconocen la necesidad de afecto en los demás y dan su corazón plenamente, aunque nadie advierta la misma necesidad en ellas.
Siempre tienen un “sí” en los labios, se comprometen y cumplen, sin esperar de otros el mismo compromiso.
Evitan entrar en llanto ante cada “no” que reciben, sin perder la esperanza de que alguna vez su suerte cambie.
Aprenden por cansancio que sus problemas y tristezas siempre estarán en segundo plano con respecto a los de los demás, porque están diseñadas para ser invisibles.
Comprenden que su príncipe azul ya no llegará, pero no por eso dejan de soñar que alguien subirá una torre para rescatarlas.
Saben que pueden ser dueñas de la siembra, pero no por eso les pertenecerá la cosecha.
Viven tentadas por resignarse, pero triunfan cuando aceptan lo que no pueden cambiar.
Al caer el sol, la mayoría de los días, guardan en su alma la sensación de haber sido usadas y, sin embargo, toman fuerzas para continuar dándose al día siguiente, intentando negar que se han convertido en material descartable.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com
Zule gracias x compartir tu blog... está buenísimo!!! besitos.
ResponderEliminarComo decimos en mi tierra, esas son minas de oro, mujeres de fierro
ResponderEliminarHERMOSO,COMO TODO LO QUE ESCRIBIS.
ResponderEliminarGRACIAS POR COMPARTIRMELO, RESULTA QUE UNO A VECES ENCUENTRA EN LAS PALABRAS DE OTROS LAS PROPIAS.
NO PUEDO, MAS QUE DECIRTE GRACIAS, UN BESO DEL ALMA
Muy buen texto. Me da gusto que comparta su blog.
ResponderEliminar'Dueñas de la siembra, mas no de la cosecha' Me gustó mucho la frase yel texto habla grandes verdedes.
ResponderEliminarQué cierto lo que decís.... y qué triste también!
ResponderEliminar"Mujeres hicieron el bien, mas tú sobrepasas a todas" (Prov. 31:29)lindo escrito zulema,reduces a terminos tan sencillos el sentir humano, suerte!
ResponderEliminarElvis Coz
Gracias, Elvis, y gracias a todos los que se toman un tiempo para leer y dejar sus comentarios.
ResponderEliminarFelicidades para todos.
Buen texto, terrible realiddad. Gracias
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