A María Mercedes
Sentada a mi lado calla mientras todo lo observa;nada a su atención escapa; siempre la mirada alerta.
De reojo la examino; tiene un perfil perfecto
y bajo su piel de armiño parece que guarda un secreto.
Renegridas aceitunas tras largas persianas asoman
y cuando mira la luna resplandecen, se alborotan.
De pronto algo le provoca el brote de una carcajada...
lleva su mano a la boca, tapándola, avergonzada.
Y su risa es tan bella; colma de alegría el aire;
yo me río con ella y no hay poder que nos pare.
Retoma la compostura, envuelta en su atuendo violeta.
¡Por Dios, cuánta hermosura! ¡Reluce como un cometa!
Es tan linda y delicada, y en ella el amor anida.
¿En verdad la trajo un hada cuando yo estaba dormida?
Conversa, pregunta, habla… Es tan curiosa e inquieta…
Su dulzura derrama; su inteligencia despierta.
Le escucho y le respondo; estamos las dos tan cerca
aunque sé, muy en el fondo, que a cada minuto se aleja.
Porque es la ley de la vida que me otorgó esta gracia…
Le daremos la bienvenida al amor y la distancia.
Cuando mi niña confiada, pícara por antonomasia,
con sus alas desplegadas despida al fin su infancia.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com