“Aún las aguas del más pacífico de los océanos murmuran, cantan o hasta gritan enfurecidas. Pero existe un momento, un segundo en miles de segundos, en que se puede escuchar el silencio del mar".
Está muda ante la sinfonía de las olas que se arman a la distancia y se desintegran en la orilla, contra grises rocas, colmando de agua cálida unas gargantas abiertas hacia el infinito, a las que él llama “pocitos”.
Se sientan sobre las piedras. Él sumerge los pies en las aguas cristalinas y se atreve a rozar los de ella, como en un juego de niños.
Él habla. Ella escucha con atención, saboreando las palabras que se abren paso acariciando la arena tibia, al tiempo que se esfuerza por descubrir los pensamientos que él no da a luz.
Él habla. Ella sueña embelesada por la grandeza y el misterio oculto en la eternidad del mar. Se siente tan pequeña y tan feliz; tan frágil y nostálgica. La emoción brota de sus ojos por una senda de cristales salinos que descienden hasta escurrirse entre sus labios. ¿Y qué son esas lágrimas sino el humilde reflejo del milagro del océano?
Él calla y ella toma su mano, aferrándose a ese momento de paz, anhelando que nunca acabe.
Entre el azul celeste y el azul marino, la entremetida línea del horizonte parece colocada a propósito para impedir que cielo y mar se abracen. Ella imagina que es mar, y a él lo imagina cielo. Y, entre ambos, una curva invisible les pone límite, separándolos, evitando la unión del agua y el infinito.
Ella desea ser su mar y él, sin duda, es su cielo. Intenta comprender sus sueños. Quiere ahondar en la profundidad de su mente, tanto como en las recónditas esquinas de su corazón. Hasta que descubre en su rostro una mirada diferente. Sus ojos brillan con un resplandor extraño y ya no son oscuros, pues han absorbido la mágica claridad del paraíso que los rodea.
Olas, arena, cielo, son testigos de los insondables sentimientos que ella atesora en su corazón exaltado. Espera ansiosa que el mar se silencie un segundo para decirle cuánto lo quiere. Pero el gigante misterioso sigue bramando y se traga sus palabras, temerosa de quebrar con su voz el encanto de ese instante de dicha. Elige callar, guardando en su memoria cada una de las sensaciones que embriagan su cuerpo, y permanecer muda ante la sinfonía de las olas que se arman y desintegran en el fondo de su alma.
Por: Zulema Aimar Caballero
Bella descrpcion del cielo y el mar en pleno enamoramiento.
ResponderEliminarComo siempre, el texto es pulcro, impecable.
No pronunciar un nombre es perder a alguien y, si alguna vez no llegara a decir el tuyo, no sabría cuál es mi lugar en el mundo. Cuando lo digo me hacés sentir un enorme deseo de seguir estando, entre muchas cosas, para continuar leyendo tus atrayentes descripciones.
ResponderEliminarUn beso, Zule.
Creo que el mar y el cielo en algun momento se abrazron y en su gran amor egendraron criaturas como tú, con esa capacidad de descripciones y la dulzura que caracteriza cada texto. Has logrado que sea un aficionado a tu blog.
ResponderEliminarGracias por compartirlo conmigo. Me gustó mucho. Siempre me atrajo el mar, y a veces al mirarlo, sola o en compañía, siento que no son necesarias las palabras. Le perdono a Lima cualquier fealdad, solo por esa gracia de tener el mar, ahí, tan cerca mío.
ResponderEliminarEl océano es tan misterioso como el alma de las personas. Bello relato
ResponderEliminarQue lindo relato sobre el mar y el cielo :) , me encantó, y parece que a los demás también les gustó ( es obvio porque todos tus cuentos o poesías son hermosos )
ResponderEliminarBesos.
Profundo y misterioso es el mar como el corazón de las personas. Muy bueno. Me gustó.
ResponderEliminarMuy bonito. Sabes, yo vivía a 25 metros del mar. En las noches estaba tan acostumbrado a su ir y venir constante que no lo sentía. Pero un día invité a un amigo y se quedó a dormir en el cuarto de mi hijo. No soportó el ruido de las olas y amaneció levantado y fumando. El silencio del mar sí existe y, en tu escrito se produce porque junto al hombre estaba una mujer que calla, que sabe callar, como la del poema de Neruda: " Me gusta la mujer cuando calla....
ResponderEliminarWalter: Es imposible no publicar tus comentarios. Cada uno de ellos viste de gala este espacio.
ResponderEliminarGracias.
A veces por querer sincerarnos cn otra persona, hablamos, pero lo que provocamos finalmente es ruido. Callar, esperar, puede resultar provechoso, pues también es una manera de demostrar amor.
ResponderEliminarEs un relato dulce y sus metáforas nutrenn corazones enamorados. Ojalá la mujer que pretendo no callara, pues necesito escuchar de sus labios que también me ama.
ResponderEliminarCuánta melancolía!! excelente descripción!! demasiada dulzura para mi racional corazón... jajajajjaaj besos amiga!
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