sobre un banco de madera,
en el frío anochecer,
como espectros del destino
se cruzan en su camino
los retratos que la vida
no puede esconder.
Detiene su pensamiento
solamente en el instante
en que empiezan a volar
las decenas de palomas
que, aturdidas por campanas,
salen locas, disparadas,
a buscar otro lugar.
Y al volver en sí es testigo
de los besos que un amante
le propina a su mujer.
Y, justo frente a sus ojos,
une sus manos añejas
una anciana pareja
que no quiere envejecer.
A su lado llega un niño,
uno de tantos, sin sueños;tal vez se llame Manuel.
Estira su mano helada
y renegrida de olvido,
y en su rostro muestra alivio
ante una mirada fiel.
Ella toma su manita,
le regala una caricia
y lo invita a comer.
Él acepta temeroso,
pues su rudo proxeneta
le pasará la boleta
antes del amanecer.
esos dos desconocidos,
sólo para encontrar
algo que los reconforte:
el niño, algo de comida
y ella, testigo de la vida,
otro retrato más.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com
BIEN ZULE, REYNA DEL PLATA, COMO SIEMPRE SORPRENDENTE Y LLENA DE BELLEZA. GRACIAS POR COMPARTIR ESTOS PEDAZOS DE TI.
ResponderEliminarUN ABRAZO
La ternura de siempre en una pintura urbana que refleja el amor y el desamor. ¡Bueno!
ResponderEliminarSigo sin servicio de internet. Estoy en un locutorio revisando los mensajes recibidos y entre ellos este nuevo poema. ¿Qué puedo agregar a los comentarios ya realizados sobre otros escritos similares? Seguir envejeciendo con las admirables descripciones y los retratos de la vida que nacen de tu pluma.
ResponderEliminarSiempre impactas.
ResponderEliminarEs un regalo el que nos dejas cada vez que publicas tus poemas. Excelente retrato de la vida.
ResponderEliminarFotografías del amor y el abandono, de lo agradable y lo despreciable, de lo que está frente a nosotros, pero no siempre lo vemos.
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