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31 ago 2012

Carta a un amigo invisible IV

    Hola, mi queridísimo amigo.
    Como de costumbre en este último tiempo, te pido disculpas por demorar tanto en responderte. Ya sabés que no te olvido; ya sabés que en cada buen momento que me toca vivir, estás presente por el solo hecho de que mi deseo de que estés cerca es poderoso. Y en cada momento desagradable, también te nombro, te busco, te siento, y añoro tu presencia, tus palabras reconfortantes, tus caricias desinteresadas y ese abrazo con el que lográs mantenerme viva.
    Esta vez no voy a contarte mucho sobre Perú. Más bien la protagonista es mi amada Argentina –que ya no llora por nadie, ni por mí, ni por vos, ni por los que se fueron, ni por los que aún están–. La Argentina llora por ella misma y nadie toma la iniciativa de enjugar sus lágrimas.
    Estuve en Buenos Aires. Voy a terminar dándote la razón y creer vanidosamente que la única reina del Plata soy yo.
    A Buenos Aires se le cayó la corona hace tiempo y, al igual que las lágrimas de toda la República, nadie se agacha para levantarla y colocarla en su lugar. Y sí… la gente tiene miedo de agacharse.
    La ciudad –la capital– todavía zafa. Hay indicios que hablan de un gobierno de la ciudad relativamente bueno, aun cuando la presidente se desvive por ponerle palos en las ruedas. Pero la provincia es otra cosa. Violencia, inseguridad, abandono.
     No salí de Buenos Aires, así que no puedo hablarte con mis retinas sobre el resto del país. Pero no hace falta. Nadie puede escapar al bombardeo informativo en el siglo XXI, por lo que pude enterarme al segundo de todo lo que ocurría en otros lares. Te lo sintetizo: el país de las maravillas existe sólo para Alicia. Ah, por si no te queda claro: Alicia no vive en Argentina.
    Bueno. Después de este panorama que acabo de resumir, y antes de que te deprimas voy a contarte algo gracioso.
    Decidida a tomar mi avión con conexión en Santiago de Chile, llegué al aeropuerto de Lima. ¡A horario! Sí, no te burles de los giles que todavía respetamos la puntualidad. Con las tres horas de anticipación para cumplimentar todos los trámites con tranquilidad y para que en ningún momento me dijeran que debía presentarme más temprano.
    Al despachar mis maletas –dos, livianitas, porque mi equipaje era realmente el indispensable para cinco días– pregunté si las valijas irían directamente a Buenos Aires. La señorita de LAN que me atendía, amablemente respondió que sí; que yo debía despreocuparme por el equipaje de la bodega, porque la empresa se encargaba de sacarlo de un avión y cargarlo cuidadosamente en otro. Entonces pregunté: “¿Seguro que van a estar las dos valijas en Buenos Aires, no?”
    Creo que ahí comenzó todo. Tengo una amiga que diría: “Vos lo decretaste”. Me despedí de la amable señorita del “counter” –¡qué loco!, ¿no?, en unos años el mostrador de atención al cliente se transformó en un “counter” –, me dio mi “boarding pass” y me indicó la “gate” de embarque.
    Cafecito de por medio e inseparables como las Tres Marías –viajé con mis hijas–, llegamos a la cinta para escanear el equipaje de mano. No sé qué pasaba esa mañana, pero nos desnudaron. Me hicieron quitar hasta el tatuaje.
    De allí, directo a Migraciones; todo bien, sin problemas, y a esperar a la sala de embarque. Vuelo agradable, descenso en Santiago, otra vez el escáner, la espera de dos horas y el avión hacia mi Buenos Aires querido.
    ¡Aterrizamos, por fin! Hay algo que nunca voy a entender –entre otras muchas cosas que tampoco voy a entender– y es por qué, cuando el avión aterriza y la azafata dice por micrófono y en dos idiomas que nadie se desabroche el cinturón hasta que se dé la indicación apropiada, todos se desabrochan el cinturón, se levantan, buscan sus pertenencias en el maletero y se quedan esperando parados en el pasillo como si así fueran a llegar más rápido.
    Bueno, como sea. Bajamos del avión y caminamos hasta Migraciones. Todo bien, salvo que este temita de la modernización me hizo sentir como si la policía federal estuviera fichándome por un delito. Paradas frente a la cámara, nos tomaron una foto en la que pueden ver hasta las pestañas florecidas; la impresión digital del pulgar derecho y… ¡uf! por fin, sólo quedaba pasar por la Aduana.
    Pero, antes de eso, había que recoger el equipaje, o sea, mis dos maletas despachadas en Lima, que llegarían sanas y salvas a destino. Fui a esperarlas. Una valija. ¡Sí! ¡Una valija! ¡Una sola valija!
    Con el cansancio del viaje y las ganas de abrazar a mi familia tratando de abrirse paso por mis venas, fui a presentar mi reclamo. Muy gentil, una señorita tomó mis datos y me explicó el procedimiento: Buenos Aires pregunta a Santiago. Dependiendo de la respuesta de Santiago, Buenos Aires pregunta a Lima. Dependiendo de la respuesta de Lima, Buenos Aires me comenta qué rayos ocurrió con mi maleta. Entre las posibilidades, se encontraban: que en vez de despacharla a Aeroparque, la hubieran despachado a Ezeiza; que “se encontrara perdida” en Santiago; que nunca hubiera salido de Santiago; que “se encontrara perdida” en Lima, con lo cual nunca habría salido de Lima; que no se encontrara jamás, ni siquiera perdida; que otro pasajero la hubiera tomado prestada; que la hubiera tomado prestada algún empleado de alguno de los aeropuertos; que la hubieran arrojado a la pista con el cariño que suelen tratar las maletas los empleados que las cargan y descargan de la bodega del avión; en ese caso podría haber sido aplastada como una cucaracha por algún vehículo del aeropuerto. En fin, las alternativas eran muchas.
    Después de dos días pensando dónde habrían ido a parar mi ropa interior, el secador de cabello y algunos obsequios que había comprado para mi familia, me comunicaron que la maleta estaba en Santiago.
    Con el candado cortado y algunos faltantes, finalmente me devolvieron la maleta. Comenzó entonces el reclamo por los faltantes. Sin respuesta inmediata, antes de abordar el avión de vuelta a Lima, fui al sector de control de equipaje de Aeroparque, en Buenos Aires.
    Allí, me dieron la noticia de que habían decidido otorgarme una indemnización de 600 pesos argentinos. Como a veces siento que ya no tengo fuerzas para continuar con reclamos, pensé: “más vale pájaro en mano”, y acepté. Absolutamente convencida de que la respuesta sería “no”, le pregunté al empleado de LAN si me darían dólares, porque en Lima los pesos no me servirían. Fue a consultar y le dijeron que “no había dólares en el aeropuerto”.
    “¿Cómo que no hay dólares –ojo, 129 dólares– en el aeropuerto?”
    “Usted sabrá que en este momento en la Argentina hay unos problemitas con los dólares” –me respondió–.
    “Algunos problemitas”. Entre esos problemitas hay un dólar oficial a 4.64 que no existe, salvo que quieras conseguir pesos, en ese caso el dólar oficial te lo llevan a 4.40, un dólar paralelo a 5.50, uno perpendicular a 6 y uno oblicuo a 6.50, entre otros. En fin, “algunos problemitas”. Y muy cálidamente me aconsejó llegar a Lima y cobrar el equivalente en soles.
    Eso hice. Bajé del avión. Recogí mis maletas y fui a cobrar. A esa hora, todas las oficinas cerradas. Así que no cobré.
    Al día siguiente, llamé por teléfono. La persona que me atendió me explicó que Buenos Aires no había informado sobre mi caso, y que Lima no podía intervenir. “Lo que sucede es que usted hizo el reclamo en Buenos Aires”.
    “¿Y dónde quería que reclamara, si mi destino era Buenos Aires y las maletas debían llegar conmigo?”
    Bueno, amigo. El caso aún sigue sin resolverse. Cuando tenga noticias, te cuento cómo terminó esta aventura.
    Verás que me hiciste escribir demasiado. Voy a guardar energía para mi próxima misiva, en la que espero contarte aventuras de otro tipo. Por el momento, quiero que sepas que te doy la razón en una infinidad de cosas sobre lo que pensás de las mujeres. Pero, conociendo tu sentido común y espíritu crítico, quisiera que me dieras una pista acerca de qué les pasa hoy a los hombres.
    Te dejo la pelota picando, porque si entro a contarte ahora de decepciones y desencantos, voy a pasar la noche en vela.
    Escribime pronto.
    Te quiero mucho.
    Tu amiga del alma.
 
Por: Zulema Aimar Caballero
 

10 comentarios:

  1. Apasionante la claridad del relato. Lamentable lo sucedido, pero se dice que nunca es triste la verdad y corto el espacio para comentarla. Estamos callados y viviendo con temor en una oscuridad absoluta en pleno día, donde nos toca sufrir informes permanentes de hechos delictivos, corrupción, impunidad y extensas filas con rostros desconocidos, resignados, esperando subir a un colectivo o alcanzar algún tren que ya está partiendo porque no habrá otro -aunque descarrile o choque- para poder ir a trabajar o a alguna consulta médica. Luego,volver. La de la valija es una historia más de la fatiga que produce una ciudad cuando uno la desnuda. En esa desnudez vemos la ciudadanía: ganado por un lado y por otro, políticos sin formación ni escrúpulos y su masa de seguidores clientelares. Hay mucho más pero opto por concluir con algo que leí o escuché por ahí: "por qué si nos va tan bien... nos va tan mal". Suerte. Recuerdos.

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  2. Jajajaja Como bien dice la cancion es preferible reir que llorar.
    Muy buena la carta

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  3. Me encantó la carta. Curiosidad por lo de las mujeres y lo que les pasa a los hombres. Esperaré la próxima.

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  4. Algo similar con TACA. Todavia sigo reclamando

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  5. Buena carta. Como siempre, escribes muy bien

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  6. ZULE,REYNA DEL PLATA:
    SIEMPRE PENSE QUE CON LOS HECHOS QUE SUCEDEN EN ESTA NUESTRA AMADA AMERICA, LATINA PRINCIPALMENTE, F. KAFKA Y SU PROCESO, QUEDAN COMO UN JUEGO DE NIÑOS Y CUALQUIER INVESTIGADOR DESPISTADO DESENREDARIA LOS HILOS DE SUS DESVENTURAS, POR MÁS NUDOS ESTOS TENGAN. ESO QUE TE HA PASADO CON TU MALETA SUCEDE CONTINUAMENTE.HAY PASAJEROS QUE ADEMÁS DE LA PACIENCIA Y ALGUNOS CALZONES, PIERDEN TODO SU EQUIPAJE Y DINERO QUE, POR NO DECLARARLO, LO ESCONDEN EN ALGUNAS MEDIAS SUCIAS. POR ESO TE RECOMIENDO QUE TE TRANQUILICES Y RECIBAS CUALQUIER INDEMNIZACION, QUE CON ELLO, YA VAS GANANDO ALGUITO.
    CON REPECTO A QUE ESTA PASANDO CON LOS HOMBRES, TE DIRE QUE NO LO SÉ, HOY COMO EL TANGO CAMBALECHE LO VATICINÓ HACE AÑOS, HAY CADA EJEMPLAR QUE NO VEAS. ASI QUE TIENES QUE ARMARTE CON TODO PARA IR A LA GUERRA EN QUE SE HA CONVERTIDO ESTE ARTE DE SUBSISTIR. YO ACABO DE LLEGAR DE VIAJE Y CONTESTO ESTA CARTA, COMO SI LA HUBIERAS ESCRITO PARA MI.
    UN ABRAZO
    WALTER

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  7. Reina del Plata y del Rimac también. Escribes como los dioses , o las diosas. El don para describir sin aburrir es espectacular. Gracias por compartirlo.

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  8. Me reí mucho. No está lleno de poesia como otroos textos pero tambien tiene su encanto. muy bueno.

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  9. Ay, porteñita de los dulces ojos. Te quieren en tu patria, te aman en el Perú y ya te adoramos en Uruguay. Es un disfrute de dioses leerte. Tu lenguaje descriptivo, el uso de la ironía y las ocurrentes frases con las que vestís una página en blanco son admirables.
    ¿Qué nos pasa a los hombres? Al igual que esas aves de alas cortas y cuyo peso corporal les permite dar saltos sin levantar vuelo, tenemos miedo. Y el miedo paraliza. Eso es todo, porteñita, es sólo miedo.

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  10. te quiero mucho, los hombres estan cada vez mas "raras", las minas mas "raros", siglo 20 cambalache, vos cada día mas .... y yo cada día menos.....
    beso a las princesas, mi Reina.

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