Hay
personas que realmente tienen la cara de piedra. Y verles esa cara, a algunos
les provocará risa, a otros, indiferencia… otros sentirán vergüenza ajena,
muchos experimentarán una fuerte indignación.
Las
voces de los indignados se levantan y, a veces, terminan favoreciendo los
intereses publicitarios de quien ha cometido un delito. Otras voces se callan,
no porque no sientan la misma repulsión, sino porque piensan que «no hay que
dar más por el pito que lo que el pito vale» (cita popular, de dominio
público).
Particularmente,
soy de las indignadas que no quieren callarse. En primer lugar, porque a pesar
de no ser propietaria de una universidad, creo en la buena educación y soy
consciente de que todo lo que se difunda por los medios de comunicación podría
ser tomado como ejemplo. Y no quiero que el mal accionar de un individuo duerma
en la impunidad y sea visto como la gran hazaña de un vivo o como modelo a
seguir. Plagiar es robar, y robar, además de un pésimo ejemplo, es un delito. Y
robar en muchas oportunidades es cometer muchos delitos.
Yo
aprendí que no hay que robar, y que los robos no son ni chicos ni grandes…
siempre son robos, y nunca están bien. Y lo que no es mío, no me pertenece, sea
un tomate, una joya o una idea. «Las mentiras tienen patas cortas», decía mi
abuela (aunque también es un dicho popular). Al señor César Acuña parece que
haber mentido le sirvió mientras duró. Le mintió a todo el mundo: a sus
colegas, a sus superiores, a sus compañeros, a sus alumnos, a distintas
sociedades y a él mismo. ¿Cómo pudo vivir con estos engaños? ¿Nunca le remordió
la conciencia? Me pregunto si tiene conciencia. Lo primero que me vino a la
mente cuando salió a la luz la noticia de sus plagios fue el título de una
película de Woody Allen: Robó, huyó y lo
pescaron (Take the Money and run).
Segundo,
porque esto ha removido algunos recuerdos de juventud, Allá lejos y hace tiempo (este es el título de una obra de
Guillermo Hudson), cuando, en las pasantías de periodismo los alumnos veíamos
cómo algunos profesores utilizaban como suyos nuestros escritos —o parte de
ellos— en las páginas de opinión de diarios de gran circulación. Era el derecho
de piso que debíamos pagar.
Me
parece muy bien, muy loable que el señor Acuña haya expresado sus disculpas a
docentes y alumnos. Pero —seamos sinceros— si con fraudes nos quitan nuestro
automóvil o nuestra casa, ¿estaremos resarcidos con una disculpa?
En
tercer lugar, porque el descaro de este señor parece no tener límites… y eso me
enoja mucho. Mientras se hace el inocente, y pide disculpas, pretende
justificarse comparándose nada menos que con Martin Luther King, el pastor
evangelista de la paz que tuvo el mal tino de plagiar a “los autores” de la
Biblia en sus discursos y sermones. Esto es más o menos lo mismo que acusar a
los cardenales católicos de repetir las palabras de los Padres de su Iglesia.
No me sorprenderá que la próxima semana el señor Acuña prepare otro spot comparándose con el papa Francisco,
y endilgándole que “se copió” de Mateo, de Juan o de Juan Pablo II.
En
el anuncio de Acuña que ya ha dado la vuelta al mundo, dice: «Plagiar es grave,
pero la vida de un ser humano no se reduce a eso». Y yo le respondo: ¡Gracias a
Dios! No quiero imaginar que nuestra vida se redujera a la práctica
indiscriminada del “acuñismo” que involucra la cleptomanía y el fraude. Y, como
broche de oro, aparece en el spot la
siguiente frase: «Martin Luther King sigue siendo uno de los mayores íconos de
la lucha por la igualdad y los derechos humanos». Esto no es noticia para mí.
Sí lo sería que, para hacerme salir de ignorante, alguien me mostrara cuál es esa
lucha del señor Acuña por la que hoy podríamos llamarlo “mártir”. Cuando vea
las pruebas, podré determinar si estos dos hombres pueden compartir el podio.
Mientras tanto, veo a Acuña intentando lucirse por las ciudades del Perú y lo
único que se me ocurre es otro dicho popular: «El que nació para pito nunca
llega a ser corneta».
Para
terminar, tengo una curiosidad: ¿Se habrá pedido permiso a los herederos del
Premio Nobel para utilizar su imagen en una campaña política, o este es otro “descuido”
de Acuña?
Por Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com
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