El conocido
empresario hotelero —su nombre no viene al caso— sonrió cuando el periodista
que lo estaba entrevistando le preguntó si había imaginado el éxito “devastador”
de su último proyecto. (‘Devastar’ significa destruir un territorio, arrasando sus edificios y
asolando sus campos; reducir a pedazos o a cenizas). Teniendo en cuenta el
éxito rotundo, indiscutible de aquel proyecto, emprendido sin violencia, lo
único devastado aquí parece ser la lengua.
Continuando
el diálogo, el entrevistado contó acerca del tiempo de ejecución y las
inversiones que tuvieron lugar y permitieron avanzar desde el diseño hasta la
finalización de un complejo vacacional de semejante magnitud. Fue entonces
cuando el periodista metió otro bocadillo: «Así que pudo “perpetrar” el
negocio». Vale aclarar el significado del término ‘perpetrar’: cometer,
consumar un delito o culpa grave. Lo correcto habría sido: concretar, realizar,
llevar a cabo; y reservar la palabra “perpetrar” para la crónica policial. A no
ser que el empresario hubiera perpetrado un ‘negociado’ (negocio ilícito que
toma carácter público).
El
uso de términos cuyo significado se desconoce —y por eso se emplean
erróneamente— es muy común en la lengua oral y escrita. Y ejemplos como los
anteriores no son exclusivos de los medios de comunicación. Voceros de muchos
otros ámbitos no solo despedazan el idioma sino que, en su afán de ejercitar un
habla que no dominan, “aclaran” situaciones creando mayor confusión. Así, se ha
escuchado que el Ministerio de Educación “perpetra” planes de estudio, en vez
de implementarlos, o que algunas entidades financieras son “colaboracionistas”
del gobierno, en lugar de ser colaboradoras. (‘Colaborar’ es contribuir para el
logro de un fin que se entiende bueno; mientras que el colaboracionismo es
contribuir para alcanzar un fin ilegal).
En
los últimos debates políticos que tuvieron lugar en el Perú, los ejemplos de
estos vicios en el uso del lenguaje han proliferado. Para empezar, decir
“segunda vuelta electoral” es correcto, ya que hay otras segundas vueltas
(olímpicas, en calesita, etc.). Sin embargo, “balotaje electoral” es una
redundancia. Del francés ballottage,
este término significa segunda votación que en algunos sistemas electorales se
lleva a cabo entre los dos candidatos más votados en la primera vuelta, cuando
ninguno ha obtenido la mayoría requerida. Por lo que un balotaje siempre es
electoral.
Otro
de los vocablos que se ha puesto de moda entre los políticos es “detentar”. «En
las urnas se decidirá quién detentará el poder». Craso error. Cuando en
democracia se elige un presidente, este ejerce el poder que la mayoría
legítimamente le otorga; no lo detenta. ‘Detentar’ es retener y ejercer “ilegítimamente”
algún poder o cargo público. Dios nos libre de los políticos que no tienen
claro un concepto tan importante... ¿o acaso sí lo tienen claro?
Devastador Zulema, jajaja. Me haces acordar la pelicula "Pantaleón y las visitadoras" cuando el personale "El Sinchi" termina su comentario radial, y le pide opionión a su colaborador y éste le dice "devastadior maestro, devastador". Cuánto nos falta en saber comunicarnos en lenguaje apropaido. Gracias maestra y amiga.
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