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22 jun 2010

Conciencia

La vida me enseñó que amamos a nuestros padres con el alma,
pero nunca de la manera en que ellos nos aman,
y ese amor sólo se asemeja al que sentimos por nuestros hijos.
Que la voz de nuestros padres siempre es una molestia
hasta el día en que lo molesto comienza a ser no oírlos,
y escucharlos se transforma en una necesidad vital.

La vida me enseñó la bendición que es tener abuelos,
que los hermanos pueden ser los mejores amigos,
pero un amigo no suple totalmente a un hermano.
Que el egoísmo es la tierra fértil en donde se desarrolla la soledad;
que la generosidad debe ser sincera
y la sinceridad el basamento para cualquier relación verdadera.

La vida me enseñó que el tiempo pasa inevitablemente
y hay que permitir que siga su curso.
Que se puede recordar el pasado, pero no volver a él.
Que se puede imaginar el futuro, mas hay que ser paciente para conocerlo;
y que hay que dejar que pase el tiempo,
pero nunca dejar que pase la vida.

La vida me enseñó a desconfiar de quien mucho habla y poco escucha,
y que en una discusión a veces es prudente callar
sin que eso signifique otorgar la razón.
Que mis labios pueden dar los besos más sentidos
con la misma pasión que pueden decir las más horribles ofensas,
y que pueden curar una herida tanto como ocasionar un daño irreparable.

La vida me enseñó que entre todas las herramientas
mis manos ocupan un lugar de privilegio,
puesto que con ellas puedo hacer maravillas.
Que soy afortunada por poder ver y que de nada servirían mis ojos
si no repararan en el corazón de las personas.
Que es una suerte tener piernas hermosas, sólo si mis pies dejan huellas en el camino.

Que podrían cortarme hoy los brazos,
mas nunca me quitarían la felicidad
de haber acunado en ellos a mis hijas y sobrinos.
Que es mejor pensar y volver a pensar
antes de dejarse llevar por impulsos,
sean propios o ajenos.

La vida me enseñó que el miedo paraliza
y que no puedo dejar de sentirlo,
sobre todo cuando se trata del bienestar de mi familia.
Que cuando hay hambre no hay pan duro,
pero cuando el hambre es de justicia
sólo la justicia puede saciarlo.

Que la memoria no reside sólo en un lugar de la mente,
sino también en un rincón del corazón a donde la senilidad no llega.
Que las heridas físicas se curan, pero un alma herida difícilmente cicatriza.
La vida me enseñó que existe un Dios que se apiadará de mí,
aunque hoy me pese vivir pagando por mis errores.
Que tengo el derecho de equivocarme y el deber de aprender de mis desaciertos.

Que ser perdonado conforta y perdonar enaltece;
que una crítica constructiva siempre debe ser aceptada
y que es más fructífero aconsejar que juzgar, alentar que desmoralizar y socorrer que abandonar.
La vida me enseñó que hay un momento para todo
y a cada uno hay que aprovecharlo al máximo.
Que prefiero reír a llorar, ser a tener, seguir a dejarme estar.

Que soy feliz recibiendo flores y que definitivamente
si van a regalármelas, debe ser hoy, que estoy viva.
No me hará feliz verlas marchitarse en una corona fúnebre.
Que tengo quien me acompañe, me proteja y me ame
y tengo a quien acompañar, proteger y amar.
Que el viento a veces sopla muy fuerte, pero edifiqué sobre roca.

La vida me enseñó a expresarme con franqueza,
que puedo llorar arrepentida cuando no di suficiente
o llorar de bronca si no pude dar más.
Que debo ayudar sin esperar recompensa.
Que no es bueno resignarse o renunciar,
y que el espíritu se tranquiliza cuando acepto lo que no puedo cambiar.

Que convivir conmigo misma es un verdadero desafío.
Que me hace bien sonreír y reír a carcajadas,
y que soy feliz cuando logro hacer reír a alguien.
Que puedo sentir cómo pasan los años,
que cada arruga tiene su historia e inicié una amistad con ellas,
llamándolas cariñosamente “líneas de expresión”.

La vida me enseñó a creer en el amor.
Que es mejor vivir perdonando, que ser esclavo del rencor.
Que los cínicos y soberbios sólo son dignos de lástima.
Que tanto merezco un castigo como ser perdonada de corazón.
Que habiendo perdido todo, puedo volver a empezar de cero.
Que puedo levantarme de mis caídas porque nada derrumbó mi fe.


Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com

4 comentarios:

  1. María Sabina escribió:
    La verdad más que hermoso, y además de eso, muy cierto.

    Te quiero mami, lo sabés. Y perdón por ser tan ¨loca¨ a veces.

    Mil besos y abrazos. Tu hijita LOCA.

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  2. Mariano Praga escribió:
    Debes ser una persona muy especial. Que bueno que compartas este blog. Excelente lo que escribes.
    marianopraga@hotmail.com

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  3. Juan Carlos escribió:
    SENCILLAMENTE HERMOSO.
    juancdimagio@hotmail.com

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Comentarios: