Dame de tu vida aquello que no quieras:
la pena, la angustia, la mala madera.
Dame lo que te opaque, aquello que te hiera.
Lo tomaré, simplemente, a mi manera.
Dame de tu vida los malos momentos,
tus miedos y dudas, dame los tormentos.
Déjame llevar tus viles sentimientos,
los grandes rencores y remordimientos.
Dame de tu cuerpo lo que no te agrade:
los surcos, las canas, la edad que te invade.
Dame el ceño fruncido y tu peor talante,
tus ojos fríos, tu mal humor constante.
Concédeme, ya, tu corazón quebrado,
las pesadillas y el creerte fracasado.
Dame días grises, tu presente nublado,
regálame lo que nadie te ha quitado.
Lo tomaré todo y en silencio absoluto
me sentaré a crear mi más preciado mundo.
Con tus canas y arrugas marcaré un rumbo
donde los fracasos engendren futuro.
Y perderé la razón, loca de golpe,
transformando tus días en noches con soles,
del ceño fruncido quedarán jirones
y de tus ojos saldrán dos arreboles.
Los rencores y los tormentos
acabarán siendo canciones,
las pesadillas bellos sueños,
sueños que avivarán pasiones.
Beberé tus miserias con amor sincero;
pero no temas, que nunca te haré un reclamo.
Si están en ti yo igual las quiero,
y si las quiero es porque te amo.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com
Juan Alberto Merino Andrade escribió:
ResponderEliminar"Beberé tus miserias con amor sincero"... ¡que valiente tiene que ser una mujer para decir eso! Muy dulce tu poesía.
merinoandrade@hotmail.com
María Amelia Lonz escribió:
ResponderEliminarPrecioso poema.
mamelia1975@hotmail.com
Gracias, Juan y María.
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