Vi desde mi ventana la figura
de tu cuerpo cansado, fatigado.
Y en esos ojos dulces de ternura,
reflejado un corazón lastimado.
Acompañaban tu triste mirada
pisadas inertes y desidiosas,
y en medio de tu marcha desganada
ideabas expresiones tediosas.
Percibí la angustia que causa el tiempo,
que curte el alma y la hace estallar.
Y cómo llevabas tu vista al cielo
tragando aire para poder andar.
Tus propias huellas pisabas en vano;
lentamente avanzabas sin razón.
La brisa movía el cabello cano,
blanco de años y gris de desazón.
En un longevo banco de madera
dejaste derrumbar tu cuerpo umbrío,
tomaste fuertemente tu cabeza,
y lloraste en el amanecer frío.
Pequeños jugando a tu alrededor,
parejas caminando de la mano,
dejaban en la brisa su fervor
y sin verte, pasaban a tu lado.
Mas yo observaba desde mi ventana
indiscretamente, y me avergoncé
por violar de manera descarada
esa privacidad que te robé.
Esa intimidad tuya ahora era mía;
yo la entendía y la sentía mía.
Tras el opaco cristal la sufría,
y decidí quitártela de encima.
Impulsada por una extraña fuerza,
un impulso del cual no me arrepiento,
sudorosa, escapé de mi corteza
con el temor de no llegar a tiempo.
Mi corazón saltaba acelerado
y enseguida frente a vos me encontré.
Con cierto reparo tomé tu mano,
la apoyé en mis labios y la besé.
Te sorprendiste y, sin decir palabra,
buscaste en mis ojos la explicación.
Y ante la caricia de mi mirada
el milagro hizo su aparición.
Y estamos hoy recordando el pasado,
evocando ese día en que te vi
y creí que yo te había salvado
cuando en verdad vos me salvaste a mí.
Por: Zulema Aimar Caballero
zulebm@hotmail.com
Juan Carlos escribió:
ResponderEliminarTIENES UNA POESÍA MUY DESCRIPTIVA Y ES UN PLACER LEERTE. VIVO EN CAJAMARCA, PERÚ Y QUIEN PUDIERA CONOCERTE ZULE. TE DESEO SUERTE.
juancdimagio@hotmail.com
Muchas gracias, Juan Carlos.
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